Vivir balanceada y sagradamente
Mi abuela Fritzie me enseñó a hacer del gozo y la vitalidad las bases de mi vida.
Mi abuela Fritzie me enseñó a hacer del gozo y la vitalidad las bases de mi vida.
Ahora, al mirar en retrospectiva, veo que el amor y la guía de Dios estuvieron siempre presentes en mi vida, aun en mis primeros años. Tuve la suerte de tener padres que me apoyaron a cada paso del camino.
Gracias a la resurrección, Jesús le mostró al mundo la verdad: que el espíritu morador de Dios revive y restaura. Aunque al morir Jesús abandonara Su forma humana, eso no significó un final. La muerte de Jesús ofreció la oportunidad para que Él demostrara la divinidad eterna. Jesús nos enseñó que inclusive la muerte puede ser superada.
Si alguien me hubiera dicho, durante mis primeros trabajos como maestra, reclutadora de recursos humanos y consultora, “Vas a escribir un libro de naturaleza espiritual”, me hubiera reído. Qué me iba a imaginar yo que recibiría una invitación del Espíritu, y que ésta vendría en la forma de un divorcio brutal.
Si nos paráramos en la cima de una colina y viéramos el progreso de la corriente de un riachuelo, veríamos todos sus giros y brechas; apreciaríamos cómo cambia su anchura, sus áreas claras y oscuras, y sus zonas calmadas y tumultuosas. Mas sabríamos que todas esos áreas y aspectos pertenecen a un solo riachuelo, que son sus muchas expresiones.
Mis padres inmigraron de China a Estados Unidos. Cuando comenzaron a celebrar la Navidad, cerraban su restaurante en Othello, Washington, ese día. Ellos decoraban un bello árbol de Navidad y lo coronaban con un ángel rubio. La familia y los amigos venían a nuestra casa para disfrutar de un banquete de comida china.
Descendientes de los fundadores
comparten sus relatos