Vivir en un espíritu de renovación

Así como la primavera cumple con el proceso evolutivo de la Madre Naturaleza, nosotros evolucionamos a ritmo con su danza, cumpliendo con las energías creativas que hemos sustentado en estaciones previas de nuestras vidas y que ahora están listas para retoñar en, como y por medio de nosotros. La pregunta es, ¿cómo podemos prepararnos para el próximo salto evolutivo?

Lo hermoso acerca del proceso evolutivo espiritual es que se lleva a cabo en el altar de tu propio ser —solo tú y el Espíritu divino comulgando como un todo. En esa unión sagrada, entras a un estado profundo de gozo, claridad y receptividad.

Al asirte a tal estado afirmativo de conciencia, tienes el poder para entrar a regiones de tu ser aún sin descubrir, haciendo florecer tu verdadero Ser. En mi propia experiencia, he identificado prácticas espirituales específicas que me sitúan dentro del ámbito donde puedo escuchar la invitación del Espíritu de renovarme.

Mediante la práctica de la meditación, aprendemos a poner atención a la realidad, lo que resulta en la realización de nuestra unidad con la Fuente. No existe substituto para esta comunión divina. De manera que si tú no mantienes una práctica de meditación, te aliento a que busques y elijas una técnica contemplativa que se adapte a tu naturaleza y la incluyas en tu rutina diaria.

Una vez que hemos probado tangiblemente nuestra unión con la Fuente, nos volvemos más dispuestos a entregarnos a Su guía y visión continuas. Entregarnos requiere que estemos listos, comprometidos y que tengamos la intención de decirnos: “Estoy ante el umbral de un estado de conciencia cada vez más profundo, un estado nuevo del ser, y me entrego a todo aspecto de su desarrollo”.

Mediante la oración afirmativa diaria nos damos aliento, magnificando nuestra intención de evolucionar y crecer. De esta manera, contribuimos a la cocreación de nuestras vidas y al desarrollo de nuestras almas directamente con el Espíritu divino.

Ahora hemos llegado al florecer externo de nuestra renovación, que tiene que ver con poner en acción nuestros discernimientos acerca de cómo demostrar nuestros dones, talentos y habilidades y ser una presencia benévola en el planeta.

Este aspecto de la renovación nos ofrece la oportunidad de expandir nuestra mente de un estado de conciencia de “yo y lo mío” a uno de “nosotros”. Afectando así cada comunidad de la cual somos parte: familia, lugar de trabajo, comunidad espiritual, vecindad, ciudad, estado —el mundo.

No hay duda de que estamos viviendo en tiempos de incertidumbre y estrés, donde una renovación de propósito e intención es vital para crear una sociedad que honra la dignidad de todos los seres. Como suelo decir: “Las noticias nos informan qué incluir en nuestra lista de oraciones”.

Al relacionarnos con la ciudadanía mundial, te invito a que no permitamos que el temor se apodere de nuestros corazones. En vez de ello, vayamos a nuestro interior, a nuestra verdadera naturaleza, y confiemos en la Gracia que permea y envuelve a todos los seres —renovando a nivel del alma nuestro convenio con el Espíritu, con nosotros mismos y con todo lo que existe. A medida que más y más corazones nos damos cuenta de que somos miembros de una familia global, descubrimos que ahora es la estación para ser evolucionarios espirituales que tienen presente que la solución para los retos de la vida es espiritual, que solo la victoria que se logra mediante el amor es permanente.

Nuestra respuesta afirmativa al llamado del Espíritu —de reconocer y honrar nuestra interconectividad como una familia mundial— es un aspecto vital de nuestra renovación espiritual. Es un reconocimiento de que hemos dejado nuestro sueño invernal y ahora estamos despiertos al jardín interno verde, frondoso, fértil y bello que se encuentra en todos los seres; según proseguimos unidos como un corazón global destellando juntos una sonrisa cósmica que llega a todo el universo.