Cada uno de nosotros encarnamos el espíritu navideño, nacido en los momentos más humildes

Las fiestas, los regalos y las celebraciones pueden ser experiencias poderosas para dar y recibir amor divino. Sin embargo, observa detenidamente y descubrirás recordatorios sutiles de que el amor de Dios nace en nosotros, tal como Jesús nació hace más de 2000 años.

Nuestro viaje espiritual no es diferente al viaje de José y María a Belén: A veces puede ser arduo, caótico e incluso aterrador, pero inherente a cada circunstancia está la capacidad divina de la confianza.

Cuando invocamos nuestra fe en el poder del bien infinito de Dios, descubrimos los recursos internos para reconocer que Dios y el bien están siempre presentes en todas partes, sin importar las apariencias.

Debajo de cada vista y sonido, lo Divino está esperando ser conocido, ser escuchado, nacer. Cada momento está impregnado de la actividad del Espíritu.

Por lo general, y especialmente durante esta temporada de celebraciones, estamos demasiado ocupados para darnos cuenta o lo damos por sentado.

Sin embargo, si deseamos alejarnos de la distracción, si podemos romper momentáneamente la avalancha de demandas sobre nuestra atención y tiempo, podemos apreciar la gloriosa armonía del amor de Dios que se expresa en toda la creación.

Así como un nacimiento humilde en circunstancias angustiosas continúa inspirando a millones, nosotros también podemos encarnar la paz que sobrepasa todo entendimiento al permitir que el amor del Espíritu nazca en nosotros.

Nos convertimos en el cambio que queremos ver —en nuestras vidas y en el mundo.

La pregunta es: ¿Cómo?

La Navidad es nuestro mapa

A menudo, el Espíritu nace en los momentos más humildes, imprevistos, incluso inconvenientes.

Me viene a la mente un recuerdo de una navidad pasada: Momentos antes de dirigir el servicio de velas en mi iglesia, se solicitó mi presencia en la guardería.

Pensando que debía ser una emergencia, me sentí aliviado el descubrir un regalo. El orgulloso padre de un niño que se había bautizado a principios de año convenció a su hermosa hija—radiante con sus zapatos de terciopelo verdes y brillantes, para que me mostrara algunos de sus primeros pasos mientras su madre y su hermana vitoreaban.

Ser testigo de ese hito y compartir la intimidad de esa celebración familiar todavía me recuerda atesorar los momentos milagrosos de la vida, especialmente aquellos que no podemos programar o planificar.

También me recuerda que la voluntad de mantener mi propia agenda crea la posibilidad de que nazca algo más grande.

Así es como el alma de María magnificó al Señor, incluso cuando ella seguramente sabía que los embarazos de madres solteras eran culturalmente devastadores. Es así como José reunió la fuerza y la fe para prestar atención a la guía angelical, incluso después de que él ya había decidido “despedirla en silencio”.

A medida que la Navidad se acerca, busca el amor de Cristo que nace en tus encuentros más humildes. Mira con una mente tranquila y un corazón apacible y receptivo. Porque eres un pastor con ojos para ver. Tú eres los Reyes magos con fe para seguir. Eres el Cristo niño con luz para brillar.

La historia de Navidad es tu historia y la mía, y somos llamados a vivirla plenamente.

Acerca del autor

El Rev. Kurt Condra ha sido ministro desde el año 2004 y actualmente sirve en Unity en North Shore en Evanston, Illinois. Puedes leer su blog (en inglés), The shoreline, en unityns.org.

Kurt Condra

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