Cómo una práctica diaria de oración ha ayudado a darle a un hombre el poder para perseverar ante la injusticia racial, y más allá

“Papi, ¿quién es tu superhéroe favorito?” Mi hijo de siete años, a quien le encanta el Hombre Araña, me hizo esa pregunta hace poco durante la cena.

Siendo un educador, me puse a pensar en la inteligencia táctica de los superhéroes como Iron Man, Shuri o Batman. Superman ocupa un lugar notorio en mi lista. También es difícil ignorar a Black Panther con su excelente corte de pelo y su innegable genialidad.

Pero no importa cuánto traté de permanecer en un universo ficticio, mi mente seguía reproduciendo la imagen de alguien desconocido para la mayoría de los fanáticos de los cómics.

Mi superhéroe favorito es un periodista retirado de Raleigh, Carolina del Norte. Se llama John Curtis Washington.

El señor Washington no puede saltar sobre un edificio alto, pero ha demostrado su habilidad para volar. No puede ver a través de las paredes, pero tiene una historia de visión moral y claridad ética. El señor Washington no obtuvo sus súper poderes del espacio exterior ni de ningún laboratorio oculto de alta tecnología. En cambio, su fortaleza, su valor moral y compromiso con la justicia provienen de su devoción diaria.

Una práctica diaria de oración

Durante las últimas siete décadas, John Washington ha comenzado cada día con una oración en sus labios y un ejemplar de La Palabra Diaria en su regazo.

Él nació en 1924 en Estados Unidos, y vivió la mayor parte de su vida luchando contra un villano de la vida real conocido como Jim Crow. A cada paso, la criptonita del segregacionismo buscaba negar su dignidad y quebrantar su humanidad.

Los letreros de “solo para personas de color” y las entradas por la puerta trasera lo desairaban en público. El miedo a no poder proteger a sus hijas del racismo sistémico lo acosaba en privado.

A pesar de haber servido a su país en la Segunda Guerra Mundial, así como lo hizo su padre en la Gran Guerra antes que él. La victoria sobre el fascismo en el extranjero no significó igualdad de derechos en su país.

Para los afroamericanos de su generación, el derecho a votar, a vivir donde desearan y a amar a quien quisieran eran sueños difíciles de alcanzar. Sin embargo, como tantos héroes en la historia de Estados Unidos, Washington encontró la fortaleza para luchar y seguir adelante. Las afirmaciones diarias ante las realidades negativas fomentaron su poder para perseverar. La Biblia, junto con La Palabra Diaria, lo animaron a ir en pos de “un Estados Unidos tan bueno como su promesa”, citando a la fallecida congresista estadounidense Bárbara Jordan.

Los contornos cambiantes de la cultura estadounidense indudablemente moldearon su vida de oración. La sociedad trató de enseñarle que el color de su piel lo hacía inferior. El libro del Génesis le enseñó que cada uno de nosotros fue creado a imagen de Dios y que todos somos hermanos espirituales.

Aunque algunos pensaban que la protesta social era un ejercicio inútil, el señor Washington leía las palabras del profeta Isaías: “¡Aprendan a hacer lo bueno! ¡Busquen la justicia! ¡Reprendan a los opresores! ¡Hagan justicia a los huérfanos y defiendan los derechos de las viudas!” (Isaías 1:17).

“Si alguno dice: ‘Yo amo a Dios’, pero odia a su hermano, es un mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios, a quien no ha visto?” (1 Juan 4:20).

Su disposición de buscar igualdad de oportunidades puso a su familia en riesgo. Sin embargo, recordaba las palabras de Moisés alentando a los hijos de Israel: “Esfuércense y cobren ánimo; no teman, ni tengan miedo de ellos, porque contigo marcha el Señor tu Dios, y él no te dejará ni te desamparará” (Deuteronomio 31:6).

Estas son solo algunas de las afirmaciones, oraciones y versos bíblicos que el señor Washington ha dicho por más de veinticinco mil días consecutivos. Afirmaciones que hablan de dignidad humana e igualdad. Oraciones que nos animan a servir a los demás con gracia y generosidad. Versos que hablan de un Dios que se preocupa por el más pequeño, el solitario y el olvidado.

El mundo del señor Washington es muy diferente hoy en día.

A sus 95 años, pasa la mayor parte de su tiempo en el porche de su casa natal, una antigua granja de tabaco. Le encanta reflexionar acerca de cuánto ha progresado nuestra nación y recuerda los desafíos que las generaciones pasadas tuvieron que enfrentar. Siempre ora, lee La Palabra Diaria recita sus afirmaciones. Me imagino que una de sus oraciones es que un día su bisnieto de siete años mantenga una devoción diaria con la misma emoción que ahora siente por el Hombre Araña.

De hecho, mi abuelo, John Curtis Washington, cree que todos tenemos la capacidad de ser superhéroes. Es solo una cuestión de cómo expresar el poder del amor y la compasión de Dios.


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Acerca del autor

Jonathan L. Walton es decano de la Escuela de Divinidad de la Universidad de Wake Forest, presidente en Religion and Society y decano en Wait Chapel. Es autor de A Lens of Love: Reading the Bible in Its World for Our World, y reside en Winston-Salem, Carolina del Norte.

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