El amor permaneció inmutable y eterno. Cuando lo comprendí, empecé a sentir una profunda paz.

El amor ha sido uno de mis mejores maestros. He sido bendecida por su presencia y devastada por su pérdida. Al recordar 80 años de cambios en mi vida, veo que he aprendido que el amor perdura incluso cuando las circunstancias cambian. He vivido, amado y crecido gracias a muchos ciclos de amor y pérdida.

Crecí a solo unas cuadras de la primera cresta de montañas en Boulder, Colorado; disfrutaba del amor reconfortante de un hogar estable con padres atentos y participar en las actividades de la iglesia. Todo cambió rápidamente cuando yo tenía 11 años y mi padre murió, dejando a esta “niña de papá” sintiéndose completamente perdida y abandonada. A partir de ahí, los cambios fueron rápidos. Mi madre quería salir del dolor, así que compró una casa rodante y nos llevó a mi hermano y a mí por todo el oeste de los Estados Unidos antes de establecerse en Phoenix, Arizona. Después de un par de años, decidió regresar a Boulder y volver a casarse, lo que significó que tuve que dejar atrás mi primer amor.

Me casé a los 18 años, y fui madre cuando apenas tenía 20 años; luego, a los 30 años, llegué a ser la primera persona de mi familia en divorciarse, una experiencia que me hizo sentir excluida de la iglesia de mi infancia y con ganas de crecer más allá de sus paredes e ideas. Después de eso, perseguí mi entusiasmo por la educación y el activismo, incluso mientras exploraba mi espiritualidad y las enseñanzas de diferentes iglesias.

El amor perdura

Mi amor se expresó como entusiasmo y propósito por mis causas e intereses. Fui a California antes de mudarme a Kansas City, Missouri. Otras exploraciones me llevaron a Long Island, Nueva York y Amherst, Massachusetts. Cada parada era parte del camino que me llevaría a un destino interno aún por descubrir. El voluntariado y la educación me guiarían a profesiones y la enseñanza evolucionaría en ministerio. Cada cambio impulsado por el anhelo y la determinación de vivir plenamente. El amor siempre fue fundamental para todo. Sabía que había sido guiada por el amor durante muchos ciclos de mi vida, mas todavía me sorprendí cuando, como ministro, este mensaje llegó a mi mente: “Tu concepto de Dios es muy limitado. Ahora serás llamada por el Amor”. Me pregunté su significado, incluso cuando el mensaje me brindó aliento. Me entregué y dejé que mi sabiduría interna me mostrara el camino.

Pronto, comencé a suscitar el amor en mí y, con paciencia y práctica, pude invocarlo desde adentro y expresarlo.

Me di cuenta de que durante gran parte de mi vida busqué el amor fuera de mí. Ahora estaba descubriendo que a pesar de todas las circunstancias en mi vida, algunas bienvenidas y otras no, el amor permaneció inmutable y eterno. Cuando lo comprendí, empecé a sentir una profunda paz. Pronto, comencé a suscitar el amor en mí y, con paciencia y práctica, pude invocarlo desde adentro y expresarlo.

Mi nueva práctica fue probada profundamente cuando mi hijo pasó por una experiencia difícil con drogas cuando tenía veinte años, vino a vivir conmigo a sus treinta y murió inesperadamente a los 45 años. Experimenté devastación y un dolor inmenso por su fallecimiento; sin embargo, todavía podía sentir a mi hijo conmigo. Pude afrontar mi pérdida afianzada en una verdad eterna. Como una experiencia interna, el amor se siente aún más real.

A lo largo de mi vida, el amor no ha cambiado, pero mi relación con él sí.

Un corazón afable

Esta percepción sorprendente cambió mi comprensión del amor. Ahora, mis prácticas espirituales me ayudan a perseverar. La oración y la meditación mantienen mi corazón afable y abierto. Practicar la gratitud me llena el corazón, y encuentro momentos para dar gracias todos los días. Una práctica continua de perdón evita que el amor se esconda en los rincones de mi corazón.

Sigo comprometida con estas prácticas, y siento que veo con los ojos de Dios. Incluso las oportunidades de servicio trascienden el acto en sí: el amor en mí sirve al amor en los demás.

A lo largo de mi vida, el amor no ha cambiado, pero mi relación con él sí. Lo recibí de niña y lo di como esposa, madre y ministra. En todos los cambios de mi vida, acogí con beneplácito la llegada del amor y lloré su partida. Mas el amor es distinto para mí ahora.

Gozo y tristeza

Vivir como amor me cambió en todos los sentidos. En el pasado, intenté hacer que las cosas sucedieran, mas eso se ha transformado en aceptar la vida en sus términos, lo que me ha dado una paz más allá de la comprensión. Comencé a ver al gozo y la tristeza como dos caras de la misma moneda.

Ya no sujeta al dolor de la resistencia, pude acoger los cambios con beneplácito, viendo todo como una completitud cósmica. Este verso bíblico de Juan 13:34 me llevó por un camino que cambió mi vida: “Un mandamiento nuevo les doy: Que se amen unos a otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes unos a otros”. Cuando abrí mi corazón a esas palabras, comencé un viaje de comprensión que continúa hasta hoy.

Te invito a hacer el viaje para vivir como amor. El poeta Rumi escribió: “Más allá de las ideas del bien y el mal, hay un valle. Te encontraré allí”. Amar me ha demostrado que más allá de dar y recibir hay una verdad mayor. Somos amor y ya arribamos.


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