Mis padres fueron asesinados a tiros cuando yo tenía catorce años. Yo no tenía idea de cómo procesar su asesinato, así que bloqueé sus muertes y sus vidas enterrándolas en un lugar profundo en mí; fuera del alcance de mi existencia cotidiana. Una vez al año, como un reloj, lloraba por horas y horas, y después volvía a actuar como si nada hubiera pasado. Sobreviví desconectándome de la realidad de la muerte de mis padres. Enterré el dolor.

Temprano en mis veintes, me di cuenta de que la vergüenza que sentía por ser huérfano, y la pared que había construido alrededor de la muerte de mis padres, prevenían que yo tuviera una relación honesta conmigo mismo y una conexión verdadera y profunda con los demás. No podemos ponerle paredes a la oscuridad sin bloquear también mucha de la luz. Era tiempo de afrontar la tristeza y la rabia que había mantenido enterradas por tanto tiempo. Era tiempo de desenterrar algo de ellas y traerlas a la superficie. Cada uno de nosotros tiene sus razones para enterrar su dolor, mas en el centro, todo se reduce a temor. Temor de enfrentar la verdad de lo que hemos hecho o sufrido; la verdad de cuán sombría es nuestra oscuridad y el temor de que no podremos sobrevivirla: de que nos destruirá. Pero no lo hará. Cualquier cosa que sea, podemos sobrevivirla; ya lo hemos hecho.

Cuando comencé a permitirme sentir el dolor de haber perdido a mis padres, no solo desperté a niveles profundos de dolor que necesitaban ser sentidos para poder ser liberados. También pude ver cómo sus muertes me habían ayudado a ser un hombre más independiente, compasivo y amoroso. No es que agradezca que hayan fallecido, no del todo. Mas me he convertido en un hombre fuerte debido a sus muertes. Y he podido ver, gracias a mi comunidad en Facebook, cómo mi resiliencia ha ayudado a otros a creer que el crecimiento y la sanación son posibles sin importar las circunstancias, y que hay dones aun en nuestro sufrimiento más profundo, si estamos dispuestos a reconocerlos.

Cuando lancé mi página de Facebook hace seis años, decidí convertirla en un lugar de positivismo, en el paraíso de Pollyanna. Comencé a publicar sobre los temas más importantes para mí, tales como la amabilidad, la compasión, el perdón, la autenticidad y, por supuesto, el amor. Puse una gran cantidad de gráficos con palabras alegres, y a las personas parecía gustarles lo que yo compartía. Por lo menos eso creía, hasta que una mujer comentó debajo de una de mis publicaciones estándar: “La vida es tan bella y todos tenemos la suerte de estar aquí”. La mujer escribió: “No todo el mundo es tan feliz y positivo como lo eres tú todo el tiempo, Scott. Algunos de nosotros nos sentimos abatidos”. Ese comentario me hirió, no solo porque me considero una persona particularmente temperamental que ha luchado mucho, sino también porque mis palabras felices habían provocado que ella se sintiera peor en vez de mejor; “menos que”, en vez de igual. Me di cuenta de que estaba haciendo con mi página de Facebook lo que había hecho con mi vida luego de perder a mis padres: es decir, lo hacía inauténticamente; solo compartiendo las partes de mi realidad que eran confortables.

Así que comencé a compartir de mí mismo. De verdad. Escribí acerca de haber crecido con un hermano adicto a la heroína y llorando a mis padres asesinados. Publiqué sobre la vergüenza que sentí durante años por ser gay y mi lucha por ser auténtico en un mundo que quiere que seamos cualquier cosa menos que eso. Escribí sobre mis miedos, mis inseguridades, mi tristeza, mi rabia y cómo estaba trabajando en las partes más oscuras de mi vida para crear más espacio para la luz. Me permití ser más honesto y más vulnerable.

La comunidad que se reúne en mi página respondió amablemente y, de repente, muchos de nosotros sentimos que estábamos menos solos —en nuestras idiosincrasias y en nuestro dolor. Una versión de “me siento mejor ahora que sé que no soy el único” se convirtió en el comentario más común. La honestidad y la vulnerabilidad son amor en acción. Después de todo, nada nos transforma más —a nosotros, nuestras vidas y nuestro mundo— que el amor en acción.

Mi página de Facebook me ha enseñado cómo los seres humanos somos esencialmente lo mismo, sin importar de dónde venimos o cómo hemos elegido vivir. Puede que yo no conozca tu dolor, mas conozco el dolor. Puede que tú no conozcas mi vergüenza, mas conoces la tuya. Todos tenemos versiones de las experiencias de los demás. Somos humanos, y sabemos cómo somos. Mientras más honestos seamos con nosotros mismos, y los unos con los otros, acerca de nuestras penas y nuestros gozos, más seremos capaces de sanarnos y de sanar nuestro planeta.

Ese es uno de los muchos y hermosos beneficios de afrontar tu verdad, y tal vez, tu dolor: ya sea tu intención o no, es muy posible que inspires a otros a evaluar su propia verdad y dolor más abierta y valerosamente. Además de sumergirte en una vida más plena, también terminas ayudando a otros.

Acerca del autor

Scott Stabile es el autor de Big Love. Sus mensajes y videos inspiradores han atraído seguidores devotos de las redes sociales, que incluyen a casi 360 mil fanáticos de Facebook. Es un colaborador habitual del Huffington Post, vive en Michigan y ofrece talleres de empoderamiento personal en todo el mundo. Visítalo en línea (en inglés) en scottstabile.com.

Más

No Results