Era 1994, y estaba abriendo la puerta de mi nuevo apartamento en Phoenix, Arizona, luego de mi primer día de trabajo. Al entrar, inmediatamente me di cuenta de que algo andaba mal. Mi perrita, Willie, siempre venía a saludarme con gran alegría. Sentí gran pánico cuando no apareció. La busqué por todos lados, y mi esperanza pronto se desvaneció. Mi corazón comenzó a latir profusamente cuando vi titilar la luz de la contestadora. “Hola, Laura, te hablo de parte de la oficina de alquiler. Lo siento mucho, pero los hombres encargados del mantenimiento fueron a tu apartamento hoy para arreglar unas cosas y tu perrita se escapó”. Me senté en el piso y comencé a llorar.

Yo había adoptado a Willie cuando ella tenía cuatro meses. Ella me eligió a mí cuando yo servía de voluntaria en un refugio de animales. Ha estado conmigo al final de relaciones personales, cambios de trabajo y mudanzas. Ella estuvo conmigo cuando pasé por un estado depresivo intenso. Se sentaba a mi lado según yo lloraba hasta quedarme dormida y se acurrucaba en mi cuello cuando yo estaba enferma. Yo la necesitaba.

Acababa de mudarme al área, así que Willie no tenía su placa de identidad nueva y todavía no existían los microchips. Incluso si alguien la encontraba, no iban a saber cómo contactarme. Llamé a mis amigos y les pedí que oraran. La preocupación y la tristeza me abatían. Mi amiga Caroline me llamó y dijo: “Le pedí a un grupo de personas que oraran por ti y ellos están afirmando que vas a encontrar a Willie”. Le di las gracias. Saber que otras personas estaban orando me dio la paz mental que tanto deseaba.

Mis padres vinieron a ayudarme. Mi papá rentó una bicicleta y anduvo por el vecindario entregando volantes a repartidores de correo, vecinos y toda persona que demostrara interés. Mi mamá y yo íbamos a refugios de animales y oficinas veterinarias cada día.

Ya habían pasado cuatro días y mi esperanza flaqueaba. ¡Entonces ocurrió! Cuando mi papá y yo regresábamos de nuestro recorrido, mi mamá salió a recibirnos con los ojos llenos de lágrimas diciendo que alguien había encontrado a Willie. Llamé a la persona, y fui a buscarla. Willie salió corriendo de la casa para saludarme. Luego de una reunión llena de lágrimas, le pregunté a la familia cómo la habían encontrado. La respuesta confirmó que era el resultado de las oraciones unidas.

Cuando Willie escapó, se fue por las calles del vecindario en vez de irse por las avenidas, donde probablemente la hubieran atropellado. Ella llegó a la entrada de una casa donde había un perro grande. Temiendo que su perro pudiera herir a Willie, la propietaria del perro llamó a su hija para que se llevara a Willie. Trataron muy bien a Willie, incluso tomó un baño con los niños de la familia.

En vez de llevar a Willie a su veterinario, ellos la llevaron al veterinario que estaba cerca del lugar donde la encontraron. Le dijeron a la recepcionista que la habían encontrado y que querían hacerle un chequeo porque planeaban adoptarla. La recepcionista resultó ser la misma persona con quien mi mamá había hablado. Ella le informó a la familia que alguien estaba buscando a la perrita y le dio mi número de teléfono.

Ahora lleguemos al 2006, cuando comencé a trabajar en la sede central de Unity en Unity Village, donde se encuentra el ministerio de oración de Silent Unity. Yo no sabía mucho del ministerio de oración, mas me acordé que mi amiga Caroline había mencionado un grupo de oración cuando Willie se perdió. La llamé y le pregunté: “¿El grupo que llamaste se llama Silent Unity?” Y la respuesta fue “Sí”.

Las oraciones de Silent Unity funcionan, ¡aun cuando no tienes idea de que ellos están orando por ti! Si tienes una petición de oración, por ti o por un ser querido, te invito a llamar al 816-969-2020 (+01-816-969-2020 internacionales) y experimentar esa paz por ti mismo.

Acerca del autor

Laura Pfeifer trabaja en el Departamento de Desarrollo de la sede central de Unity sirviendo a los amigos de Unity en ocho estados de Estados Unidos. Ella comparte su hogar con dos perros, Snuggles y Eugene. Laura asiste a Unity Church de Lawrence, Kansas.

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